Hemos escrito otra página gloriosa en la historia de la Quinta. Ha sido éste otro día histórico, memorable, que quedará para siempre grabado entre las más enormes hazañas del Deporte. Hemos sido protagonistas de una epopeya de dimensiones bíblicas, una auténtica glorificación del fútbol como arte humano, como la más suprema de las artes que ha conocido hasta ahora este planeta. Un verdadero milagro con tintes divinas: evidentemente, no fuimos sólo nosotros, simples mortales, los que jugamos ese partido. Allí estaban todas las deidades presentes ayudándonos de distintas maneras. Alá, encarnado en las manos salvadoras de Chala, héroe de esta épica jornada. Jehová, en las piernas sagaces de Julián, quien volvió para dejar su impronta, aunque sin goles. Jesucristo, en el corazón incansable de Poool. Satanás, metiendo la cola para enviar al palo las pelotas que tenían destino de red. Buda, para ganarle a Franky y así permitir que ocurriera el milagro. Todas las divinidades colaboraron.
Fue un partido realmente especial, por muchas cuestiones. Se venía palpitando desde hace tiempo y se vivió con mucha tensión, muy intensamente. Enfrente estaba La Peste Branca, que venía de ganar sus tres partidos, con puntaje ideal, e iba por el ascenso directo a la B. Enfrente estaba Charly, el hermano de Poool, lo cual desembocó en un duelo sangriento similar al de Caín y Abel, o Romulo y Remo, o Hugo y Pitu Barrientos. Enfrente estaba Chori, ex arquero de La Gata Gallarda el año pasado. En definitiva, enfrente estaba el cuco, el equipo que siempre nos había ganado -y muy cómodamente- en partidos amistosos. Por el presente de los dos equipos, todo parecía indicar que sería otro cómodo triunfo para la Peste.
Pero esto es fútbol, muchachos. Y esta vez el carusismo le ganó al "Fútbol Total". Buoh, no le ganó: le empató, pero no seamos tan estrictos. Un empate que valió tanto como una victoria. Porque a las 8 de la mañana se había dado el resultado que necesitábamos y con la igualdad bastaba para clasificar al Torneo. Esto, al contrario de lo que pensaba Nicolás, por suerte, no produjo una perturbación psicológica de los jugadores. Nos concentramos desde el minuto cero y dimos pelea en el campo de batalla hasta el final. Nos propusimos un objetivo y lo cumplimos. Había que empatar. Mucho más no podíamos hacer. No llegamos ni una vez al arco pero no importa. La Peste Branca fue más en lo futbolístico, en el juego, en el manejo del balón, y tuvo las situaciones más claras. Pero nosotros tuvimos un grupo de hombres aguerridos, un equipo de titanes que defendió con sus afiladas garras el arco propio. Cuando la defensa no pudo, apareció Chala para hacerse agigantar su figura, y cuando Chala no pudo, Dios nos iluminó y nos guiñó el ojo. Se sufrió de principio a fin. Hasta Chori casi nos hace un gol, pero pegó en el palo. Es más, le cobraron orsai en nuestra área. Un nuevo récord: un arquero rival en orsai.
Clasificamos al Torneo. Estamos adentro, en la elite de la categoría C. Somos el orgullo de la promoción. Un verdadero milagro el de La Gata Gallarda, el equipo que clasificó sin haber ganado un partido y con sólo un gol a favor en cuatro partidos. Estoy orgulloso de todos ustedes, éste es el camino para la Gloria Eterna!